martes, 1 de marzo de 2016

La justificación, obra de Dios en el hombre

Así como hay una absoluta iniciativa divina en la creación y en la encarnación del Hijo, la hay también en la justificación. Si solo Dios es capaz de crear con su palabra, también es el único que puede recrear al hombre, es decir, justificarlo. 

En la muerte de Cristo queda condenado el pecado de toda la humanidad, en su muerte hemos muerto todos y así con su resurrección comienza una vida nueva. La muerte de Cristo sería el momento objetivo de la redención, pero habría un momento objetivo en el que aceptó la justificación. 

La fe no es una mera creencia, sino la renuncia a ser el principio de mi vida, a alcanzar la salvación por mis méritos. La fe es el reconocimiento de que toda la salvación nos viene de Dios. Pero esta fe sin la esperanza y la caridad es una fe muerta. 

La justificación es una acción de Dios que no se realiza sin la cooperación humana, que consiste en la aceptación de Dios y la exclusión de nuestras propias obras. La justificación nos transforma. Y como don de Dios nunca se separa de su fuente, por lo que nunca podemos creernos justificados por nosotros mismos. 



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